Ambiciones.
Todo lo que hacemos, desde el momento en que nos levantamos, tiene como único objetivo recoger el producto de nuestras ambiciones. Por supuesto, no todos deseamos lo mismo, ni lo deseamos con la misma pasión, pero algo sí es seguro: todos tenemos que atravesar un camino para conseguir nuestro objetivo.

A veces "la vida" nos facilita las cosas y nos presta un atajo para llegar a nuestra meta, pero en otras ocasiones tenemos que recorrer el camino largo y tropezar con obstáculos que hacen que la jornada sea menos placentera.

Hay dos cosas que pueden pasar cuando tropezamos:
1. Caemos; y dejamos que la decepción se levante sobre nosotros y nos pise hasta hacernos comer polvo. Algunas personas se levantan de nuevo, a veces con muchas dificultades, pero retornan a su camino sin perder de vista sus sueños. Otros, por el contrario, se quedan allí tirados, sufriendo por no haber conseguido su objetivo con la facilidad deseada, cansados, sin esperanza, vacíos.
2. Reaccionamos con el tiempo suficiente para evitar la caída. Y, aunque se pasa un sustito, nuestras esperanzas siguen altas, pero tomamos más precaución para el resto del camino.

Tropezar es una aventura; nos recuerda que nuestras ambiciones no están caminando hacia nosotros, sino que nosotros estamos caminando hacia ellas y que no debemos confiar completamente en el suelo que pisamos, pues puede sorprendernos desagradablemente. Sin embargo, un pequeño tropiezo puede impedir una gran caída.

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"La razón teme la derrota, pero la intuición disfruta la vida y sus desafíos."
Pablo Coehlo